En estas temporadas decembrinas uno de mis pasatiempos favoritos es siempre el desenpolve, el
desentilichamiento y la eliminación masiva de cosas.
Normalmente, debo admitir que tiene más que ver con ropa que no uso o papeles
que se han acumulado, pero en esta ocasión, mis queridos lectores, quisiera
hacerles una invitación a pensar en deshacerse de algo más profundo.
Estoy segura que entre sus curiosidades personales habrá por ahí
alguna canción quizá de un género que no escuchamos normalmente y que podemos
cantar al derecho y al revés; quizá puede ser un libro que todo mundo dice
odiar y que en las charlas de café preferimos criticar también aunque lo
hayamos leído 4 veces. A lo mejor es un plato extravagante con una combinación
dulce y salada que normalmente no se llevarían pero que a nosotros nos encanta.
La lista puede ser larga pero, ¿qué
pasaría si nos animáramos a compartir nuestros pecados culposos?
Ahí les va uno de los míos: jamás me ha gustado y nunca me interesó
seguir el ejemplo de las quinceañeras que gritaban con solo escuchar su nombre,
pero el
último disco de Justin Bieber tiene varias canciones que me gustan.
Ahí está. Lo dije. Quizá haya un par de canciones de épocas anteriores que
también me gustan, pero no ahondemos en ello.
Sucede que algunas ocasiones poder ser abierto respecto a
nuestras preferencias es difícil porque
nos hacemos acreedores a burlas o a comentarios que
nos hacen sentir como si nuestros gustos fueran precisamente eso: culposos.
Escribo esto porque precisamente ayer por la mañana tuve la
oportunidad de decir algo sin pensarlo mucho: “así es, me gusta y no me da pena
decirlo”. Casi ni me reconozco cuando lo dije, sobre todo porque vengo de
muchos años de estar ocultando este tipo de detalles tan chiquitos pensando en
que los demás podrían burlarse de mí y eso, por supuesto, me hizo tomar
decisiones que no afectaran mi “pertenencia” a grupos de amigos.
Me parece que es algo que hacemos todos en algún punto de
nuestra vida, pero piénsenlo bien. No hablar abiertamente de nuestros gustos, no sentirnos capaces de defender
que hay algo que nos parece mejor que otra cosa solo por el mero hecho de
encajar, nos hace más daño del que se ve en la superficie.
En mi caso, me llevó incluso a bastantes frustraciones porque
mientras en secundaria mi hit era escuchar canciones de Korn o de Limp Bizkit
(sí, todavía me gustan… bueno lo que hacían en esa época), lo “correcto” era
que como chica, escuchara las boybands del momento (que reconozco que también
me gustaban, pero a veces me parece que esa preferencia la desarrollé más por
necesidad).
Es muy interesante –aunque triste- voltear y notar cuántas cosas hacemos con el afán de
no ser mal vistos. La realidad es que al final de
cuentas seguimos comiendo, leyendo o escuchando aquello que nos gusta, pero
honestamente se siente mucho mejor no tener problema alguno por admitir las
cosas y lidiar con los comentarios que muchas veces ni siquiera son con mala
intención.
Mi invitación para esta semana, es que vayan poco a poco
aceptando las cosas que les gustan sin sentir temor; compartan en redes las
fotos del actor o actriz que es malísimo pero les late mucho, no teman hablar
de películas poco exitosas (o muy exitosas) y admitir que les gustan o de hacer
cualquier cosa que revele aquello que creen que estará mal visto. No pasa nada
y aunque no lo crean, uno se siente bastante bien pudiendo
compartir esa parte que aunque suene superficial, también nos permite revlear
parte de quiénes somos.
Si les late la idea, espero que me cuenten después cómo les fue.
Si llegaste hasta
aquí abajo es porque te tomaste el tiempo de leerme y por eso, ¡Mil gracias!
Soy Xoch Tavera. Mi mejor carta de presentación son los textos que escribo.
Cuando no estoy en Smartia,
me encuentras en mi blog Mujer entre líneas. La literatura, el lenguaje y
la comunicación son mi Top 3, así que me dedico a ellos la mayor parte del
tiempo. ¡Me encantaría platicar contigo! Encuéntrame en Twitter y en Instagram.